𝐋𝐚 𝐟𝐚𝐥𝐭𝐚 𝐝𝐞 𝐬𝐨𝐥𝐢𝐝𝐚𝐫𝐢𝐝𝐚𝐝 𝐞𝐧𝐭𝐫𝐞 𝐜𝐨𝐦𝐩𝐚ñ𝐞𝐫𝐨𝐬 𝐚𝐜𝐚𝐛𝐚 𝐩𝐨𝐫 𝐚𝐦𝐚𝐫𝐠𝐚𝐫𝐭𝐞 𝐥𝐚 𝐯𝐢𝐝𝐚…

Fábula del Carretero y el Apego: Mejor Sólo que mal acompañado
(Adios al Apego Emocional)

En la milenaria Ruta de la Seda, donde los caminos se entretejen con historias de mercaderes y viajeros, había un carretero que viajaba solo, llevando sus bienes de un extremo al otro de este vasto camino.

Meses de solitaria travesía eran su compañía, con el silencio como consejero y la soledad como fiel amiga.

Un día, bajo el ardiente sol del mediodía, cuando el horizonte parecía danzar al ritmo del calor, se le apareció Dios. Con una voz tan serena como la brisa del amanecer, le ofreció un regalo: "Para este largo viaje, te ofrezco la compañía de personas. Ellos te brindarán su presencia a cambio de llevarlos en tu carro.

Te prometerán amor, gratitud, e incluso lazos tan fuertes como el matrimonio o la amistad eterna. Pero, sé consciente, te abandonarán en el momento de adversidad, cuando una rueda se rompa o el caballo cojee."

El carretero, con años de reflexión forjados en la soledad de sus viajes, meditó sobre la oferta. Sabía que había llegado hasta allí con el apoyo de su familia y amigos leales, aquellos que permanecían a su lado tanto en los momentos prósperos como en los desafiantes. "Para volver a casa, no necesito de distracciones.
Prefiero estar atento al camino, para no perderme y llegar cuanto antes. Sé dónde está mi hogar, donde me esperan mis verdaderos amigos y seres queridos.

Si he de viajar solo, es para poder reflexionar sobre mí mismo, disfrutar del silencio cuando lo desee y no estar sujeto a las necesidades de los demás, especialmente sabiendo que su compañía es temporal y condicionada a mi utilidad... Mejor solo", concluyó el carretero.

"No me malinterpretes, no es soberbia lo que guía mi decisión, sino la comprensión de que, al llevar un cargo más ligero, mi regreso será más sencillo y directo. Así, independientemente de lo que haya ganado o perdido en este viaje, regresaré a casa, donde me esperan con amor incondicional."

Dios sonrió, complacido con la sabiduría del carretero, y desapareció dejándolo continuar su viaje. Y así, el carretero siguió adelante, acompañado solo por sus pensamientos y la certeza de que la verdadera riqueza no se encontraba en la compañía efímera, sino en los lazos genuinos que lo esperaban en su hogar.

Desde entonces, la historia del carretero y el apego se convirtió en una lección para todos aquellos que recorrían la Ruta de la Seda, recordándoles que, en la vida, la compañía más valiosa es aquella que permanece fiel en cualquier circunstancia.
(Luis de la Miyar)

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